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JULIO - AGOSTO - SEPTIEMBRE 2020           Nº 67

La enfermería y el cuidar. Toda una vida

Ser enfermera es una forma de vida, es elegir de qué manera se quiere estar al servicio de los demás, porque te gusta, te interesa y tienes aptitudes para ello. Por eso se adquiere el compromiso a ir evolucionando en conocimientos teóricos y prácticos a lo largo de la vida, pues hay que irse construyendo de forma permanente y sólo tendrá sentido, si se dedica cada día tiempo al estudio, con el fin de convertirse en un profesional más experto y capaz, con las herramientas suficientes para llegar a ser un referente en la sociedad donde se está viviendo.

Una enfermera debe ser capaz de cuidar. Entendiendo cuidar como el hecho de ayudar a las personas en su globalidad, manteniendo y/o mejorando la calidad en todo el proceso de la vida, a adaptarse a las diferentes situaciones de salud y de enfermedad que se vayan sucediendo. Hay pues que cuidar a las personas sanas y enfermas, a sus familias, estando al servicio de la comunidad y de sus conciudadanos. Sin olvidar que el cuidar es dinámico, evolutivo en el tiempo, porque cada acción, cada gesto, cada vez que una enfermera o un enfermero trata a alguien, el cuidar va creciendo y ésta es la aportación que todos los profesionales de la enfermería hacemos en nuestro día a día, sea cual sea nuestro ámbito de actuación.

He trabajado de enfermera en tres grandes centros asistenciales. De todos he aprendido, he procurado aprender de cada persona enferma que he podido cuidar a lo largo de mi vida profesional, de cada compañero y cada compañera que ha estado a mi lado en diferentes momentos, he sido capaz de formar parte de diferentes equipos sanitarios a través del respeto hacia los demás, al tiempo me he sentido querida, respetada y cuidada por ellos y por ellas. Todo este proceso me ha enriquecido y me ha hecho crecer como persona.

Éste año 2020, es el año internacional de la enfermería y de las matronas y casualmente ha coincidido con algo que des de hacía tres generaciones no se había vivido y ha sido la situación de pandemia que se ha extendido por todo el planeta. Esta situación ha supuesto un estremecimiento en todas las sociedades, pero ha tenido más incidencias sociales en los países más desarrollados, bajo un sistema de vida capitalista y auto denominados, países del primer mundo, siendo auto considerados como sociedades superiores.

El aprendizaje obtenido durante las situaciones de confinamiento vividas en nuestro país concretamente, ha sido la importancia de abrirnos hacia la sociedad, somos una sociedad muy individualista que estábamos acostumbrados a pensar en lo que era mejor para uno mismo, pero no en lo que era mejor para nuestra sociedad y se llegó a pensar que la situación vivida nos haría mejores personas, más sociables, más generosas, pero no ha sido así, porque al terminar el confinamiento y a medida que se iban aumentando en las distintas fases introductorias hacia la normalidad social, estamos aún descubriendo que nos hemos vuelto más egoístas y menos sociables, lo demuestran nuestras actitudes sociales. Necesitamos el contacto con los demás, los abrazos, las caricias, la compañía, por lo tanto necesitamos a la sociedad, entonces ¿Porqué no pensamos en ella, cuando quedamos con los amigos y nos vamos de copas sin mantener las medidas de seguridad recomendadas?. Os pido que pensemos en ello.

Por mi parte, decidí reincorporarme a la asistencia hospitalaria del servicio de urgencias del hospital en el que estaba de excedencia des de hacía cuatro años, y en éste regreso tuve la sensación que volvía a la vida. Tuve sentimientos contradictorios antes de empezar, estaba emocionada i a la vez asustada porque era muy consciente de los riesgos a los que me enfrontaría. Una vez terminado el período por el que fui contratada, me sentí y me siento aún agradecida, tranquila, relajada y con la satisfacción de haber comprobado que sigo estando ágil en la toma de decisiones, en el detectar cambios en los procesos patológicos, en la priorización, en definitiva pude comprobar que no había perdido mis capacidades para cuidar, para cubrir las necesidades de los enfermos, para acompañar en los momentos del final de la vida.

Ahora, ya finalizada mi vida laboral, me siento muy agradecida a mi profesión, que me ha dado todo lo que soy en la actualidad, sin ella no hubiera podido evolucionar en los cuidados hacia la sociedad a la que he dedicado 45 años de mi vida, aprendiendo, evolucionando y amando a las personas que he tratado y también a los compañeros y compañeras de los que he aprendido y me siento orgullosa de haber compartido parte de vida con todos ellos y ellas. El envejecimiento llega, pero no para todos, pido a Dios poder envejecer, no sé si será posible o no, pero mientras, tengo la intención de vivir con plenitud esta nueva fase que será la última de mi vida, amando a los demás.


Carmen Vila Gimeno